lunes, 30 de septiembre de 2024

Del sitio RCF Radio:

"Tengo la impresión de que hacerse católico está mal en Francia", dice Claire Koç, “al igual que expresar amor o gratitud hacia este país”, prosigue. Es un tema que también aborda en su primer libro, Claire, le prénom de la honte (Ed. Albin Michel), que esta vez trata de su periplo para integrarse en la sociedad francesa a pesar de que su familia le dio la espalda.

Claire Koç nació en Çigdem (Turquía), en el seno de una familia aleví, la minoría religiosa más importante del país, que representa en torno al 10-15% de la población. "Los jueves por la noche, mi madre encendía velas delante del sol cuando se ponía, para pedirle protección para sus hijos y su familia", recuerda. Pero la niña no fue realmente educada, ni en la enseñanza ni en la práctica, en esta rama del Islam. La familia huyó de la persecución a Francia y Claire Koç conoció a la Virgen María.

A los 6 años, cuando volvía del colegio, se encontró con una iglesia con las puertas abiertas. "Entré, di unos pasos, vi el rostro de María y entonces fue el misterio de la fe, algo había sucedido", cuenta. Sigue entrando en las iglesias para "impregnarse del ambiente, ver las velas encendidas y fundirse en el silencio".

"Tardé treinta años en convertirme, porque no me sentía legítima", explica Claire Koç. Fue finalmente tener un hijo lo que le hizo dar el paso, a los 36 años. Fue un largo camino, según esta mujer que se define como "autodidacta en la fe católica". Salvo que el Covid estuvo a punto de impedir su bautismo. Dio el paso justo después de la llegada de la pandemia, y fue en el momento de la desconfinanciación cuando se dio cuenta de que su conversión no siempre era aceptada en su círculo.

"En el mejor de los casos, me tachan de iluminada, en el peor de fundamentalista, porque no encajo en los nuevos estándares de creencia", lamenta. De ahí la sensación de que ser católico en Francia puede considerarse un estigma. "Vivimos en una sociedad que pretende ser progresista y abierta, pero que sigue siendo intolerante cuando la gente no encaja en las nuevas normas sociales", lamenta.

Por eso apela a la tolerancia, porque para ella la plena integración en Francia significaba la conversión a la fe cristiana. Este libro es la historia de "Marie, Marianne y yo", explica, refiriéndose a las figuras femeninas de la fe católica y de la República Francesa, "no suficientemente resaltadas" en su opinión. Un guión para recordar un valor fuerte de la sociedad francesa: "Se puede ser creyente y laicista".

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