Dedicado a la oración preferida de María Santísima, que por desgracia cada vez se reza menos, para agradecer, pedir gracias, ganarse el Cielo y divulgarla a todos
Cuando el papa Pío XII definió el dogma de la Asunción de María en 1950, deliberadamente dejó abierta la cuestión de si Ella murió o no antes de su asunción al cielo. De todos modos, si María murió, no fue por el pecado original. Las opiniones difieren sobre cuánto tiempo viviría María después de la ascensión de nuestro Señor. Santa Brígida de Suecia piensa que vivió 14 años más, la beata Ana Catalina Emmerich, 13 años y María de Ágreda, 21 años.
Los ortodoxos de oriente tienen una palabra encantadora para
describir el pasaje de la Santísima Virgen al más allá, hablan de
Dormición.
Palabra que parecería no implicar la muerte, pero tampoco la niega explícitamente.
La posición de la Iglesia Católica está en el dogma de la Asunción promulgado por Pío XII en 1950.
Dice que María, habiendo completado el curso de su vida terrenal, fue asumida en cuerpo y alma en la gloria celestial.
Por lo tanto, no toma posición formal sobre si la Virgen murió o no.
Sin embargo, la tradición occidental es que la Santísima Virgen primero murió y luego fue asunta al Cielo en cuerpo y alma.
Los primeros escritos, que datan del siglo II, coinciden en que María
murió, que Cristo recibió Su alma en el Cielo, que los apóstoles
sepultaron Su cuerpo en Su tumba, que su cuerpo permaneció incorrupto
hasta la Asunción, y que de ahí el cuerpo de María fue llevado al Cielo.
Pero antes hizo Su testamento ante Dios.
Aquí te contaremos las impresionantes visiones que tuvieron místicos sobre la Dormición y Asunción de María al Cielo.
Y el asombroso testamento que hizo María ante Dios previamente, en el que te nombra a ti como uno de los herederos.
Más allá de las particularidades de cada relato, ellos dicen que la
Virgen presintió que iba a morir y solicitó dos cosas: hacer su
testamento y que los apóstoles se hicieran presentes en el momento de su
pasaje.
Entonces los apóstoles recibieron la moción de Jesucristo para reunirse en Jerusalén con Ella en el cenáculo.
María se despidió de cada uno con mucho afecto, les pidió su
bendición, que amaran a la Santísima Iglesia y exaltaran el nombre del
Altísimo.
En esos momentos, Jesucristo bajó del cielo en un trono e invitó a Su madre a subir en Él.
Le dijo que, si no quería pasar por la muerte, fuera con Él.
Pero la Santísima Virgen le dijo que Ella quería entrar a la
vida eterna por la puerta natural de la muerte, como los demás, como Él
mismo, y Jesucristo aceptó.
Entonces los ángeles comenzaron sus cantos mientras una fragancia se apoderaba del lugar.
María fue puesta en su lecho de muerte y sintió que las fuerzas del
cuerpo estaban siendo reemplazadas por un amor que excedía sus
sensaciones naturales.
Entonces su alma abandonó el cuerpo y quedó como dormida, con una expresión de la cara que mostraba el gozo celestial.
Todo el lugar quedó lleno de luz y de suave fragancia, mientras miles de ángeles custodiaban el lecho.
El estado visible de María no era precisamente el de un muerto, sino el de un dormido, por eso se llama Dormición.
Los apóstoles y las demás personas presentes comenzaron a cantar himnos.
Pedro y Juan tomaron el cuerpo de María y lo pusieron en un ataúd, pero la luz que salía de su cuerpo traspasaba la madera.
Luego se armó un cortejo fúnebre que fue acompañado por miles de ángeles y santos que bajaron del cielo.
La música y las fragancias permanecieron en el sepulcro mientras su cuerpo estuvo allí.
Mientras tanto, el alma de la Santísima Virgen estaba frente
al Padre Eterno y Jesús le pedía a Su Padre y al Espíritu Santo que la
recibieran en Su gloria.
Al tercer día, Jesús decretó que el alma de Su madre volviese al
mundo, se uniera a Su cuerpo y resucitara para que fuese levantada al
Cielo, sin esperar a la resurrección general de los muertos.
Los presentes en el sepulcro oyeron una música celestial que
correspondía a la procesión de entrada al cielo del cuerpo glorioso de
la Santísima Virgen, acompañada por santos y ángeles.
Y cuando la música cesó, los apóstoles comprendieron que ya había sido asunta al Cielo.
En ese momento llegó Santo Tomás apóstol, que venía de oriente, y abrieron el sepulcro a pedido de él.
Pero vieron que el cuerpo de María no estaba y sólo quedaba
el manto y la túnica, y el cinturón con una dedicatoria a Santo Tomás.
Entonces se les apareció un ángel quien les dijo que la Santísima
Virgen ya vivía en alma y cuerpo en el Cielo, al lado de Jesucristo.
Y les transmitió el mensaje de la Virgen pidiéndoles que
difundieran el Evangelio por todo el mundo, encomendándoles la nueva
iglesia.
En ese momento, la Santísima Trinidad colocó una grandiosa corona en la cabeza de María en el cielo.
Hay una tradición que dice que Ella murió a las tres de la tarde, como Jesucristo.
Su Dormición sucedió el 13 de agosto y fue asunta al Cielo el 15 de agosto.
En Jerusalén se conmemora la muerte de María el 13 de agosto hasta el día de hoy
Entre el 13 y el 15 de agosto hay un triduo mariano que venera el
ciclo de muerte y Asunción de tres días de la Santísima Virgen.
En occidente, la fiesta de la Asunción es el 15 de agosto, como todos sabemos.
La tradición es que Nuestra Señora murió en el año 48 después de Cristo.
Y que Su tumba está en Jerusalén, en el valle del Cedrón, donde se edificó luego la Iglesia de la Asunción.
Pero previo a su Dormición, según una revelación de María de
Ágreda, Nuestra Señora le dijo a Dios, que se iba de la Tierra a
encontrarse con Su hijo y quería hacer Su testamento.
Entonces descendió la Santísima Trinidad al oratorio con millares de ángeles.
Y salió una voz del trono que le decía “Esposa y escogida nuestra, ordena Tu última voluntad, que la cumpliremos”.
Y la Madre de Dios, le dijo: “Yo, vil gusanillo de la Tierra, os
confieso y adoro con toda la reverencia al Padre, Hijo y Espíritu Santo,
tres personas distintas en un mismo ser indiviso y eterno”
“Nada tengo que dejar porque jamás poseí ni amé otra cosa que no fuera a Vos, que sois Mi bien y todas las cosas”.
“A los cielos, a los elementos y todas sus criaturas les doy
gracias, porque obedeciendo a Vuestra voluntad, Me han sustentado sin
merecerlo”.
“Y les pido que sustenten a Mis hermanos los hombres"
“Traspaso a los mismos hombres la posesión y el dominio que vuestra
majestad Me tenía dado sobre todas las criaturas irracionales, para que
sirvan a Mis prójimos y los sustenten”.
Esto se justifica en la medida que la Virgen María es la Reina de todo lo creado.
“Dos túnicas y un manto los dejaré a Juan para que disponga de ellos”.
“Mi alma, despojada del cuerpo y todo lo visible, entrego Dios mío, en Vuestras manos”.
“Mis merecimientos y los tesoros que con Vuestra gracia
divina, Mis obras y trabajo se han adquirido, los dejo como universal
heredera a la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana”.
Y finalmente distribuye Sus gracias póstumas.
“Deseo que en primer lugar sean para exaltación de Vuestro
santo nombre y para que siempre se haga Vuestra voluntad santa en la
Tierra como en el Cielo”.
En segundo lugar, que sean "para mis señores los apóstoles y sacerdotes, presentes y futuros".
En tercer lugar, “aplico estas gracias, para el bien
espiritual de Mis devotos que Me sirven, invocan y llaman, para que
reciban Vuestra gracia y protección”.
Y en cuarto lugar María le dice a Dios, “deseo que Tú quedes
obligado por Mis trabajos y servicios por todos los pecadores hijos de
Adán, para que salgan del infeliz estado de pecado”.
Hasta aquí lo que queríamos contar sobre el testamento de la Virgen María antes de su pasaje al Cielo, su Dormición y su Asunción.
"Miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quien se
compadezca de mí y medite mi dolor, mas hallo poquísimos que piensen en
mi tribulación y padecimientos. Por eso tú, hija mía, no te olvides de
mí, que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame
en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de
que sean tan pocos los amigos de Dios".
A quien los medite diariamente con siete avemarías, la Virgen
prometió la paz en sus familias, consuelo en los sufrimientos y una
protección especial en las luchas espirituales, en particular en el
momento de la muerte. La Semana Santa es el momento propicio para
meditar en esas siete espadas, sin olvidar que el verdadero dolor de
nuestra Madre eran y son los pecados que están en su origen. Nuestros
pecados.
Siempre los cristianos han aprendido de la Virgen a
amar mejor a Jesucristo. La devoción a los Siete Dolores de la Virgen María se
desarrolló por diversas revelaciones privadas.
La Virgen comunicó a
Santa Brígida de Suecia
(1303-1373): "Miro a todos los que viven en el mundo
para ver si hay quien se compadezca de Mí y medite mi dolor, mas hallo poquísimos que
piensen en mi tribulación y padecimientos. Por eso tú, hija mía, no te olvides de Mí
que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres.
Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de
Dios."
Nuestra Señora prometió que concedería siete
gracias a aquellas almas que la honren y acompañen diariamente, rezando siete Ave Marías
mientras meditan en sus lágrimas y dolores:
"Yo concederé la paz a sus familias."
"Serán iluminadas en cuanto a los divinos Misterios."
"Yo las consolaré en sus penas y las acompañaré en sus trabajos."
"Les daré cuanto me pidan, con tal de que no se oponga a la adorable voluntad de
mi divino Hijo o a la salvación de sus almas."
"Los defenderé en sus batallas espirituales contra el enemigo infernal y las
protegeré cada instante de sus vidas."
"Les asistiré visiblemente en el momento de su muerte y verán el rostro de su
Madre."
"He conseguido de mi Divino Hijo que todos aquellos que propaguen la devoción a
mis lágrimas y dolores, sean llevadas directamente de esta vida terrena a la felicidad
eterna ya que todos sus pecados serán perdonados y mi Hijo será su consuelo y
gozo eterno."
Aquellos que antes de su muerte invoquen a la
Santísima Madre en nombre de sus dolores, obtendrán una contrición perfecta de todos
sus pecados.
Jesús protegerá en sus tribulaciones a todos los que recuerden esta devoción y los
protegerá muy especialmente a la hora de su muerte.
Imprimirá en sus mentes el recuerdo de Su Pasión y tendrán su recompensa en el
cielo.
Encomendará a estas almas devotas en manos de María, a fin de que les obtenga
todas las gracias que quiera derramar en ellas.
Meditar los siete Dolores de Nuestra Madre
Santísima es una manera de compartir los sufrimientos más hondos de la vida de
María en la tierra.
La fiesta de Nuestra Señora de los Dolores se
celebra el 15 de septiembre, al día siguiente de la Exaltación de la Santa Cruz. Al pie
de la Cruz, donde una espada de dolor atravesó el corazón de María, Jesús nos entregó
a Su Madre como Madre nuestra poco antes de morir. En respuesta a esta demostración
suprema de Su amor por nosotros, digamos cada día de nuestras vidas: "Sí, Ella
es mi Madre. Jesús, yo la recibo y Te pido que me prestes Tu Corazón para amar a María
como Tú la amas."
Se reza un Padrenuestro y siete Ave Marías por
cada dolor de la Virgen. Al mismo tiempo le pedimos que nos ayude a entender el mal que
hemos cometido y nos lleve a un verdadero arrepentimiento. Al unir nuestros dolores a los
de María, tal como Ella unió Sus dolores a los de su Hijo, participamos en la redención
de nuestros pecados y los del mundo entero.
Acto de Contrición
Señor mío, Jesucristo, me arrepiento
profundamente de todos mis pecados. Humildemente suplico Tu perdón y por medio de Tu
gracia, concédeme ser verdaderamente merecedor de Tu amor, por los méritos de Tu Pasión
y Tu muerte y por los dolores de Tu Madre Santísima. Amén. (Se aconseja leer del Evangelio las citas que
acompañan a cada dolor)
Primer Dolor - La profecía de Simeón(cf.
Lucas 2,22-35)
Qué grande fue el impacto en el Corazón de
María, cuando oyó las tristes palabras con las que Simeón le profetizó la amarga
Pasión y muerte de su dulce Jesús. Querida Madre, obtén para mí un auténtico
arrepentimiento por mis pecados. -Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre
Segundo Dolor - La huida a Egipto
(Mateo 2,13-15)
Considera el agudo dolor que María sintió
cuando ella y José tuvieron que huir repentinamente de noche, a fin de salvar a su
querido Hijo de la matanza decretada por Herodes. Cuánta angustia la de María, cuántas
fueron sus privaciones durante tan largo viaje. Cuántos sufrimientos experimentó Ella en
la tierra del exilio. Madre Dolorosa, alcánzame la gracia de perseverar en la confianza y
el abandono a Dios, aún en los momentos más difíciles de mi vida. -Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre
Tercer Dolor - El Niño perdido en el Templo
(Lucas
2,41 -50)
Qué angustioso fue el dolor de María cuando se
percató de que había perdido a su querido Hijo. Llena de preocupación y fatiga,
regresó con José a Jerusalén. Durante tres largos días buscaron a Jesús, hasta que lo
encontraron en el templo. Madre querida, cuando el pecado me lleve a perder a Jesús,
ayúdame a encontrarlo de nuevo a través del Sacramento de la Reconciliación. -Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre
Cuarto Dolor - María se encuentra con Jesús
camino al Calvario (IV Estación del Vía Crucis)
Acércate, querido cristiano, ven y ve si puedes
soportar tan triste escena. Esta Madre, tan dulce y amorosa, se encuentra con su Hijo en
medio de quienes lo arrastran a tan cruel muerte. Consideren el tremendo dolor que
sintieron cuando sus ojos se encontraron - el dolor de la Madre bendita que intentaba dar
apoyo a su Hijo. María, yo también quiero acompañar a Jesús en Su Pasión, ayúdame a
reconocerlo en mis hermanos y hermanas que sufren. -Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre
Quinto Dolor - Jesús muere en la Cruz
(Juan 19,17-39)
Contempla los dos sacrificios en el Calvario - uno, el cuerpo de
Jesús; el otro, el corazón de María. Triste es el espectáculo de la Madre del Redentor
viendo a su querido Hijo cruelmente clavado en la cruz. Ella permaneció al pie de la cruz
y oyó a su Hijo prometerle el cielo a un ladrón y perdonar a Sus enemigos. Sus últimas
palabras dirigidas a Ella fueron: "Madre, he ahí a tu hijo." Y a
nosotros nos dijo en Juan: "Hijo, he ahí a tu Madre." María, yo te
acepto como mi Madre y quiero recordar siempre que Tú nunca le fallas a tus hijos. -Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre
Sexto Dolor - María recibe el Cuerpo de Jesús
al ser bajado de la Cruz(Marcos 15, 42-46)
Considera el amargo dolor que sintió el Corazón
de María cuando el cuerpo de su querido Jesús fue bajado de la cruz y colocado en su
regazo. Oh, Madre Dolorosa, nuestros corazones se estremecen al ver tanta aflicción. Haz
que permanezcamos fieles a Jesús hasta el último instante de nuestras vidas. -Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre
Séptimo Dolor -Jesús es colocado en el Sepulcro
(Juan 19, 38-42)
¡Oh Madre, tan
afligida! Ya que en la persona del apóstol San Juan nos acogiste como a tus
hijos al pie de la cruz y ello a costa de dolores tan acerbos, intercede por
nosotros y alcánzanos las gracias que te pedimos en esta oración. Alcánzanos,
sobre todo, oh Madre tierna y compasiva, la gracia de vivir y perseverar siempre
en el servicio de tu Hijo amadísimo, a fin de que merezcamos alabarlo
eternamente en el cielo. -Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre
Oración final
Oh Doloroso e Inmaculado Corazón de María,
morada de pureza y santidad, cubre mi alma con tu protección maternal a fin de que siendo
siempre fiel a la voz de Jesús, responda a Su amor y obedezca Su divina voluntad. Quiero,
Madre mía, vivir íntimamente unido a tu Corazón que está totalmente unido al Corazón
de tu Divino Hijo. Átame a tu Corazón y al Corazón de Jesús con tus virtudes y
dolores. Protégeme siempre. Amén.