Del sitio
Píldoras de Fe:
La Consagración Mariana es la total consagración a Jesús a través de
la Santísima Virgen María. Fue el arma de San Juan Pablo II para vencer
los males.
Nuestro quiero
Santo Padre, San Papa Juan Pablo II, en su Carta Apostólica, Rosarium Virginis Mariae, declaró una expresión muy hermosa sobre el poder de la
consagración mariana y de cómo la virgen María colabora con Cristo en
este proceso de salvación y de redención de la Humanidad. Al respecto,
San Juan Pablo II dijo que "la verdadera devoción cristocéntrica a la
Bendita Virgen María, Madre de Dios, y la veneración de su maternidad
espiritual universal, particularmente al llevar a cabo este papel
totalmente único como Corredentora, Medianera y Abogada, "totalmente
basada en esa [perfecta redención y mediación] de Cristo y radicalmente
subordinada a ella, 'de ninguna manera oscurece o disminuye la única
mediación de Cristo, sino que más bien muestra su poder'. Este es el
principio luminoso expresado por el Concilio Vaticano II que he
experimentado tan poderosamente en mi propia vida y que ha sido la base
de mi lema episcopal: Totus Tuus. El lema se inspira, por supuesto, en
la enseñanza de San Luis María Grignion de Montfort, quien explicó con
las siguientes palabras el papel de María en el proceso de nuestra
configuración con Cristo:
"Toda nuestra perfección
consiste en conformarnos, unirnos y consagrarnos a Jesucristo. Por lo
tanto, la más perfecta de todas las devociones es, sin duda, la que nos
conforma, une y consagra más perfectamente a Jesucristo. Ahora bien,
como María es, de todas las criaturas, la más conformada a Jesucristo,
se deduce que, entre todas las devociones, la que más consagra y
conforma un alma a nuestro Señor es la devoción a María, su Santa Madre,
y que cuanto más se consagre un alma a Ella, más se consagrará a
Jesucristo" (Tratado de la verdadera devoción, n.120) (Rosarium Virginis
Mariae, 19-22).
San Luis María Grignión de Montfort se consideraba a sí mismo como un
"esclavo" de la Santísima Virgen María, y como tal, llevaba fielmente
cadenas en sus brazos y pies como muestra de su dedicación y amor por
ella.
La "Preparación de 33 días para la consagración total a Jesús por medio de María según San Luis María de Montfort" es una devoción
personal en la que una persona se prepara espiritualmente para
consagrarse a Jesús por medio de María. Los que desean participar de
esta devoción pasan 33 días antes de la Consagración mariana
preparándose interiormente mediante lecturas espirituales de la Biblia y
otros recursos católicos (como la Verdadera Devoción, Imitación de Cristo, etc.) y rezando una serie de oraciones de consagración.
"Si, entonces, establecemos una
sólida devoción a nuestra Santísima Señora, es solo para establecer más
perfectamente la devoción a Jesucristo, y proporcionar un medio fácil y
seguro para encontrar a Jesucristo." San Luis María Grignión de
Montfort
En el "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", San Luis María Grignion de Montfort
nos dice que el camino seguro, fácil y corto para acercarnos a Cristo y
parecernos más a Él es la consagración a la Virgen María. En este,
propone 33 días de preparación para hacer la consagración Mariana.
Pero hay muchas personas de fiar que lo aprueban y lo promueven. Por
ejemplo, el Papa Pío IX dijo que esta devoción a María es la mejor y la
más aceptable.
El Papa Pío X promulgó que quien rezara la fórmula de la consagración
Mariana de San Luis María recibiría indulgencia plenaria en
perpetuidad. Él mismo experimentó la eficacia de esta devoción y por
ello la promovió con tanta decisión en la encíclica Mariana Ad Diem Illum donde dice que: "No hay camino más seguro y más fácil como María
para unir a todos los hombres con Cristo."
El promotor principal de la devoción de la consagración mariana ha sido nuestro querido el Papa San Juan Pablo II,
quien declaró que la lectura del "Tratado de la verdadera devoción a la
Santísima Virgen", fue decisiva en su vida y tomó como lema papal una
expresión que aparece en el texto breve de la consagración Mariana de
San Luis María Grignon de Montfort:
"Totus tuus ego sum et omnia
mea tua sunt. Accipio te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum Maria!", que
significa: (Soy todo tuyo y todo lo mío es tuyo. Te recibo como mi
todo. ¡Dame tu corazón, oh María! Todo tuyo)
La Consagración Mariana no es otra cosa que la total consagración a Jesús a través de la Santísima Virgen María.
Esta consagración consiste en un acto libre y voluntario donde
ofreces toda tu persona y tu vida, y te entregas todo entero, en cuerpo y
alma, a la Madre de Jesús y Madre nuestra para que a través de ella el
Espíritu Santo nos transforme conforme a la imagen de Jesús.
Jesús nos dio a su Madre como nuestra madre espiritual para que Ella
nos conciba a la vida cristiana por obra del Espíritu Santo, nos
alimente, nos cuide y nos lleve a la plenitud de Cristo.
Cuando Jesús miró por última vez a su Madre antes de morir le dijo:
"Mujer aquí tienes a tu hijo. Aquí tienes a tu Madre" (Juan 19,26-27)
¿Qué quiso decirle Jesús a María? Fórmalos como me formaste a mí.
¿Qué quiso decirle a Juan? (él nos representaba a todos nosotros)
Descansa en su regazo, confíate a sus manos maternales: Ella te va a
santificar por el poder Espíritu Santo, Ella se encargará de modelarte y
transformarte conforme a mi imagen.
San Luis María enuncia en su libro "los actos de caridad que la
Virgen, como la mejor de todas las madres, hace para con sus fieles
servidores": Ella los ama, los mantiene, los guía y dirige, los defiende
y protege, intercede por ellos ante Dios.
Y añade los frutos que esta devoción produce en el alma: alcanza luz
del Espíritu Santo para crecer en humildad y conocimiento personal, la
Santísima Virgen María concederá parte de su fe, apartará del alma los
escrúpulos y ensanchará y abrirá el corazón para correr "por el camino
de los mandamientos de su Hijo" con gran libertad interior, los llenará
de una gran confianza en Dios y en Ella misma, "el alma de la Santísima
Virgen María se os comunicará para glorificar al Señor" y "Ella dará su
fruto a su tiempo y este fruto suyo es Jesucristo".
Por eso, cuando María nos ve a cada uno de nosotros, sus hijos, nos
mira con amor, anhelando el momento en que libremente le digamos: Madre,
soy todo tuyo, te pertenezco, fórmame como lo hiciste con Jesús,
protégeme del Maligno, llévame al Paraíso.
Si Dios Omnipotente confió incondicionalmente en la Virgen María y
puso a Su Hijo Unigénito en sus brazos maternales, ¿cómo no vamos a
hacerlo nosotros?
Cuando le demos todo a María, Ella se hará cargo de nosotros y de
nuestros seres queridos. Cuando estemos como ciegos en las horas
oscuras, María escuchará nuestro grito desesperado: "Señor, que vea"
(Marcos 10,51) y se encargará de decirle a Jesús: "Mira, no tienen vino"
(Juan 2,3) y encontraremos una y otra vez la salida de las tinieblas
para entrar en su luz maravillosa (Cfr. 1 Pedro 2,9) A la hora del
sufrimiento y de la cruz, María estará allí, de pie a nuestro lado,
abrazándonos con ternura. (Juan 19,25)
En las decisiones importantes, María nos mostrará el Camino, la Luz,
la Verdad, la Vida. Ella será la dulce y firme Pastora que nos conduzca
por el buen Camino (Cfr. Juan 14,6) María nos lleva siempre por el mejor
camino a Jesús. En la vida cotidiana, María será nuestra educadora, la
que nos forme en las virtudes cristianas.
A través de la consagración mariana, la misma Virgen María será
nuestra maestra de oración. Nos conducirá siempre al Sagrario y nos
mostrará el costado traspasado de Su Hijo, nos enseñará a entrar en la
intimidad de Su Corazón traspasado.
Es un maravilloso intercambio: le damos nuestro corazón a María y
Ella nos da su Corazón Inmaculado. A la virgen María le gusta compartir,
cuando le demos nuestro corazón con absoluto abandono, Ella nos abrirá
la intimidad del suyo, conoceremos cómo es su amor a Jesús, cómo gusta
Su palabra, cómo contempla los misterios de Su Hijo.
Una de las grandes emociones que experimentaremos a través de la
consagración mariana es que sentiremos como Ella siente, amaremos como
Ella ama, dejaremos que Jesús encuentre consuelo y descanso en nosotros
como lo encuentra en Ella. A la hora de nuestra muerte, María será la
que nos abra la puerta del hogar definitivo, nos abrace y nos lleve a la
presencia del Padre para entrar en su intimidad y permanecer allí para
siempre.
Les invito a leer el libro "Tratado de la verdadera devoción a la
Santísima Virgen", quiera Dios que su experiencia sea como la del Papa
San Juan Pablo II, cuya fórmula de consagración Mariana les comparto
ahora:
A continuación, la hermosa y poderosa consagración mariana que puedes
rezar cada mañana, que era la fórmula de San Juan Pablo II.
Virgen María, Madre mía,
me consagro a ti y confío en tus manos toda
mi existencia.
Acepta mi pasado con todo lo que fue.
Acepta mi presente
con todo lo que es.
Acepta mi futuro con todo lo que será.
Con esta
total consagración te confío cuanto tengo y cuanto soy,
todo lo que he
recibido de Dios.
Te confío mi inteligencia, mi voluntad, mi corazón.
Deposito en tus manos mi libertad; mis ansias y mis temores;
mis
esperanzas y mis deseos; mis tristezas y mis alegrías.
Custodia mi vida y
todos mis actos para que le sea más fiel al Señor y
con tu ayuda
alcance la salvación.
Te confío ¡Oh María!
Mi cuerpo y mis sentidos para
que se conserven puro y
me ayuden en el ejercicio de las virtudes.
Te
confío mi alma para que Tú la preserves del mal.
Hazme partícipe de una
santidad igual a la tuya:
Hazme conforme a Cristo, ideal de mi vida.
Te
confío mi entusiasmo y el ardor de mi juventud,
para que Tú me ayudes a
no envejecer en la fe.
Te confío mi capacidad y deseo de amar, enséñame y
ayúdame a amar como Tú has amado y como Jesús quiere que se ame.
Te
confío mis incertidumbres y angustias,
para que en tu corazón yo
encuentre seguridad, sostén y luz, en cada instante de mi vida.
Con esta
consagración me comprometo a imitar tu vida.
Acepto las renuncias y
sacrificios que esta elección comporta,
y te prometo, con la gracia de
Dios y con tu ayuda,
ser fiel al compromiso asumido.
Oh María, soberana
de mi vida y de mi conducta,
dispón de mí y de todo lo que me pertenece,
para que camine siempre junto al Señor bajo tu mirada de Madre.
¡Oh
María! Soy todo tuyo y todo lo que poseo te pertenece ahora y siempre.
Amén.
"María es la Virgen fecunda, y en todas las almas en las que viene a
habitar hace florecer la pureza de corazón y de cuerpo, la rectitud de
intención y la abundancia de buenas obras. No imaginéis que María, la
más fecunda de las criaturas que han dado a luz a un Dios, permanece
estéril en un alma fiel. Será ella quien haga vivir el alma
incesantemente por Jesucristo, y hará vivir a Jesús en el alma". (San
Luis de María Gringion de Montfort)
La virgen María es la Mediadora de todas las Gracias. Pero hay que
tener claro que su mediación universal ha sido objeto del inmutable
magisterio Papal ordinario por lo menos durante los tres últimos siglos
y, tanto que podría considerarse como doctrina católica, no definida
hablando de manera de un Dogma, pero ciertamente que puede participar en
esta definición. A través de la consagración mariana, María se
convierte en madre protectora de cada uno de nosotros, es nuestra
mediadora personal de todas las gracias. El Papa Benedicto XIV (en el
año 1758) describe a Nuestra Señora como "la corriente celestial que
lleva al corazón de los desdichados mortales todos los dones y gracias
de Dios". El Papa Pío VII (en el año 1823) llama a María la
"Dispensadora de todas las gracias (gratiarum omnium dispensatricem)".
"Solo la Inmaculada tiene de
Dios la promesa de la victoria sobre Satanás. Ella busca almas que se
consagren enteramente a Ella, que se conviertan en sus manos en
instrumentos poderosos para la derrota de Satanás y la difusión del
reino de Dios." (San Maximiliano María Kolbe).
"María, quiero ser un santo. Sé que tú también quieres que sea un
santo y que es tu misión dada por Dios el formarme en uno. Así que,
María, en este momento, en este día, elijo libremente darte mi pleno
permiso para hacer tu trabajo en mí, trabajando en conjunto con Aquel
que también obró en ti: el Espíritu Santo". (Pequeña oración de
consagración mariana que puede ser rezada a diario).
Una vez que haces la consagración mariana, esta es de por vida, pero
puede seguir renovándose anualmente. Debemos saber que esto no se trata
de una consagración formal a Nuestra Señora, no muy distinta de un voto,
que debe hacerse de manera solemne. A través de esta devoción y
disciplina de los 33 días en el que se le entrega a María todo de
nosotros, todo nuestro corazón, mente y alma, somos conducidos a la
Presencia del Trono de su Hijo, Jesucristo. A través de la consagración
mariana, le damos el absoluto permiso a María para que Ella pueda obrar
a través de nosotros como un instrumento santo en su batalla contra las
fuerzas del mal, es decir, esta consagración le permite actuar de forma
libre en nuestra vida para conducirnos a la santidad, permitiendo que
se cumpla la voluntad de Cristo en nosotros para la mayor gloria de
Dios.
Qriswell Quero