miércoles, 21 de agosto de 2024

Famosos: Jaqui Lin y su conversión en Medjugorje


Del sitio Omnes:

Tres semanas han pasado desde el mejor viaje de mi vida. Ni playa ni piscina. Tampoco grandes cenas y comidas. Y mucho menos eso de quedarse durmiendo hasta las 12 del mediodía. Sin embargo, han sido las mejores vacaciones. 

El 31 de julio de 2022 viajé hasta Medjugorje, un pueblo de Bosnia y Herzegovina, donde se aparece la Virgen María, bajo la advocación de la Reina de la Paz, desde 1981. Cogí un avión desde Barcelona (El Prat) hasta Croacia (Split), y de allí un autobús hasta Medjugorje. Fui con un grupo de jóvenes de Effetá Valencia y nuestra peregrinación fue A Jesús por María, organizada por Blanca Llantada y Emilio Ferrando.

Me habían hablado bastante de Medjugorje, incluso había visto varios vídeos de la vidente Mirjana. Siempre decía que algún día iría, ya es un lugar sagrado dónde se reciben muchas gracias, pero tendría que surgir con el tiempo, ya que no soy de planificar viajes con mucha antelación. Y no ha sido hasta este año que la Virgen me ha llamado a ir. Y te preguntarás, “¿y cómo te ha llamado?”. En mi caso particular fue un regalo de cumpleaños. Cada peregrino se siente llamado de un modo distinto. Es algo inexplicable. Parece que el viaje no lo estés organizando tú si no que te están llamando a ir. Y es que la Virgen, nuestra Madre, tiene algo que decirte al llegar allí. 

Algo que te advierten nada más subir al autobús, de camino a la posada, y que yo también quiero transmitir a los futuros peregrinos, es que para disfrutar de este viaje y sacar frutos hay que ir con el corazón abierto. Este es el lema principal. Abre tu corazón a todo lo que puedas ver y a todo lo que te puedan decir. Trata de buscar qué quiere Dios de ti, qué plan te está pidiendo. Y para ello, es importante estar preparado. Porque si tenías algún plan a priori, como podría ser seguir en “x” trabajo, dar la vuelta al mundo o viajar a las islas griegas, este podría verse totalmente modificado. “Fiat voluntas tua”. 

Estos sucesos medirán el termómetro de nuestra fe. ¿Hasta cuánto confiamos en nuestro Padre Celestial? 

Todos los días teníamos un programa del Festival de la Juventud: Santo Rosario, Ángelus, Santa Misa, testimonios, catequesis, adoración eucarística, y otras actividades nocturnas como la procesión con la imagen de la Virgen o la meditación con velas y la oración ante la cruz. Por otro lado, cada peregrinación organizaba unas salidas a los lugares más emblemáticos: el Monte de las Apariciones, el Krizevac, al cementerio de Mostar, etc. 

Fue una semana de mucha actividad y para llegar a todo se vieron alteradas algunas horas de descanso, pero valió mucho la pena. Más de 500 sacerdotes, confesores, religiosas, conversos, y decenas de miles de jóvenes de todos los continentes nos reunimos allí para orar por la paz en el mundo y encomendar nuestras intenciones. 

Viví homilías increíbles, firmes, sin tibieza, de esas que parece que te estén clavando las palabras en el corazón. Y quiero mencionar especialmente la del Fray Marinko Sakota. 

El sacramento de la confesión fue mi gran regalo. Viví una experiencia personal y única. Me confesó un padre franciscano y lo que vivimos, tanto él como yo, fue un regalo del cielo. El Espíritu Santo intercedió entre nosotros y ambos pudimos ver el reflejo de Jesús en nuestra mirada. Me habló con mucha claridad y me orientó espiritualmente en lo que debía hacer a partir de ahora. Ese momento cambió parte de mi vida y el resto de los días que me quedarían de viaje. Y es que, si no acogía sus palabras con el corazón abierto, nada tenía sentido. Así que le hice caso. 

Ese momento marcó el inicio de una conversión más profunda de mi fe. Ahora paso una hora diaria, o más, delante del Santísimo, rezo cada día el Santo Rosario, también la Coronilla de la Divina Misericordia, y medito una página de la Santa Biblia al azar. Intento cumplir con las 5 piedras que nos pide María: la oración, el ayuno, la lectura de la Sagrada Biblia, la confesión y la eucaristía.

Me he enamorado de la oración y de adorar a Nuestro Señor Jesucristo. Es mi momento favorito del día. Yo le hablo y Él, por intercesión del Espíritu Santo, me susurra. 

Medjugorje llama a la conversión, incluso de los mismos cristianos. El camino de la fe no termina nunca, es una carrera de fondo que hay que trabajar a diario para llegar a conocer el corazón de Jesús y el de su Madre, María. Allí sentí que Dios nos necesita, a todos y a cada uno de nosotros. Y debemos responder a su llamado. 

De este viaje me llevo muchas cosas. Voy a mencionar las que más calaron en mi interior: el gran amor misericordioso que siente Dios y nuestra Madre, la Virgen María, por cada uno de nosotros; la manifestación de la paz por cada uno de los rincones de todo el pueblo de Medjugorje; las gracias que se conceden durante el viaje y a posteriori, y no solo a nivel personal, también en tu círculo familiar; el haber visto que la presencia del mal también existe; el poder de la oración; y la cantidad de personas que te acompañan en este camino. No estamos solos. 

Ahora gritaría un ¡Viva Cristo Rey!

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