En la Inglaterra del siglo XVII los católicos fueron sometidos a una persecución sangrienta. Aun así, heroicos religiosos permanecieron siempre, compartiendo los dolores de su rebaño, distribuyendo los sacramentos y arriesgando la vida por su misión.
En un documento de la Biblioteca Nacional de Escocia leemos cómo fue juzgado el padre Juan Ogilvie, en Glasgow (Escocia). Era un jesuita escocés que había regresado a las Islas Británicas en 1613. Al año siguiente fue traicionado, capturado y procesado por celebrar misa.
El archivo de 15 de de octubre de 1614 dice lo siguiente: “Este sacerdote escocés fue ordenado en París, permaneció treinta y dos años entre Alemania y Lovaina. Volvió a Escocia en mayo pasado. Él dice que en el dominio espiritual el Papa está por encima del rey y que él está dispuesto a morir para demostrarlo.”
Al igual que Santo Tomás Moro, otro célebre mártir inglés, el Padre Ogilvie tenía un radiante sentido del humor. Esa alegría persistió aun en los oscuros días de su cautiverio, cuando fue sometido a tortura. “Durante ocho días y nueve noches, me mantuvieron despierto por medio de alfileres, agujas y látigos” para que denunciara a otros católicos escondidos.
Pero el jesuita no cedió. Finalmente, tras un juicio sumario, fue ahorcado el 10 de marzo de 1615.
Ya en el patíbulo, declaró que moría por su fidelidad al Papa, rogando que si había católicos presentes, oraran por él. Luego arrojó su rosario a la multitud. Este rosario fue a dar directamente al pecho de un conocido calvinista húngaro, de paso por Glasgow, el noble Johann von Echesdoff, quien más tarde se convirtió al catolicismo.
El Padre John Ogilvie fue canonizado por el Papa Pablo VI a mediados de octubre en 1976. Es el único santo escocés posterior a la Reforma.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario