Ocurrió en Medjugorje durante la Semana Santa de 2010. Tengo 39 años y vengo de una familia católica practicante. Fui educada en la fe desde temprana edad. Pero a los 15 años me alejé por completo, prefiriendo las salidas con mis amigos que no eran muy recomendables. Reuniones con alcohol y drogas. No confiaba en mí misma y no me amaba, tenía una depresión.
En 2003, tuve un niño. Su papá se fue cuando tenía 3 meses de embarazo. Volví a caer en una gran depresión, varios intentos de suicidio. Empecé a beber mucho de nuevo. Mi hijo Mathis sufrió todo eso: mi conducta en estado de ebriedad, mis excesos inimaginables, me había vuelto alcohólica. Caí muy bajo.
No tenía fe desde 2003 y me negaba a entrar a una iglesia. Para mí, ¡Dios no podía existir! ¡Cómo puede dejarme sufrir tanto! Perdí mi trabajo varias veces. En marzo del año pasado, viendo que me hundía cada vez más, que estaba muy cerca de la muerte, mi prima y mis tías insistieron en que fuera a Medjugorje. Fui allí con mi papá, mi mamá cuidaría de mi hijo.
Me asusté al ver a tantos peregrinos rezando el Rosario en el autobús y me dije: “Pero, ¿qué hago en medio de esta banda de fanáticos?”. Cuál sería mi sorpresa, cuando María me habló en la colina de las apariciones y me dijo que Ella y Jesús me amaban tal como era ¡y que era valiosa para ellos! Rompí en llanto, me invadió tal torrente de amor, una sensación de estar entre el Cielo y la tierra. ¡Reconciliación total!
Empecé a orar, a aprender mis oraciones con fervor y, sobre todo, a poner todo mi corazón en ello. Estaba feliz y en paz como no lo había estado en mucho tiempo. ¡Es el mejor regalo que me han dado al llevarme allí y no puedo agradecer lo suficiente a mi familia por haberme "obligado" a ir!
Después de esa peregrinación, ya no bebo ni una gota de alcohol, nunca más lo pensé. Me amo y sé que soy amada. Mi vida ha cambiado radicalmente. Vivo cada día como una gracia, rezo mucho, rezo el Rosario y voy a Misa.
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