Quizá más conocido por su Teología del Cuerpo -el amor como don gratuito, fiel, total y vivificante de uno mismo a otro-, una inmersión en la vida y la espiritualidad del Papa San Juan Pablo II nos muestra que este don mutuo puede darse (y recibirse) en nuestras relaciones con Jesús y Su Madre. Este santo moderno fue conocido por su constante y firme devoción a María a lo largo de su vida y su papado. Confió todo su ministerio y seguridad a María con su lema: "Totus tuus".
Las menciones a la encomienda mariana son más notables en La verdadera devoción a la Santísima Virgen María de San Luis de Montfort, un libro que un joven Karol Wjotiyla llevaba consigo a todas partes (incluso a trabajar en una fábrica de sodio). Atribuyó al intenso trabajo de Montfort en torno a la consagración mariana el haber sentado las bases de su propio amor a María, especialmente con la revelación de que amar a Jesús era amar a María, y que el corazón de María siempre nos acercaría más a Jesús. Esa constatación borró sus vacilaciones en torno a la devoción mariana y le animó a cultivar una relación rica, confiada y total con Nuestra Señora. A menudo en conversación con ella y siempre con un rosario a mano, llamaba al Rosario "nuestro encuentro diario que ni yo ni Nuestra Señora descuidamos".
La Virgen no descuidó sus encuentros diarios, como tampoco descuidó al Papa cuando éste pidió su intercesión. El día de su intento de asesinato en 1981, una copia de Nuestra Señora de Częstachowa fue colocada donde él solía sentarse para dar su audiencia, mientras era trasladado al hospital con graves daños internos. Una ráfaga de viento volcó el icono polaco, en cuyo reverso se había inscrito, semanas antes, "Que Nuestra Señora proteja al Santo Padre del Mal".
Dijo de aquel día: "Una mano apretó el gatillo y otra guió la bala".
Las reliquias de este atentado contra su vida -uno de tantos- fueron distribuidas en lugares marianos en acción de gracias; su zucchetto a Nuestra Señora de la Puerta del Alba en Vilna, Lituania, su anillo pastoral a los pies de la estatua de Nuestra Señora de Fátima (junto a una de las balas, que encajó perfectamente en su corona), y su fajín a Nuestra Señora de Częstachowa en Jasna Góra.
La realidad intemporal de que la oración es conversación y relación es difícil de explicar sin un ejemplo. San Juan Pablo II no sólo reintroduce, sino que ejemplifica, la dimensión mutualista de la oración relacional, una oración en la que, así como nosotros damos a María y a Jesús, ellos nos darán a cambio.
Papa San Juan Pablo II, ¡ruega por nosotros!
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