Del sitio
Misioneros Digitales Católicos:
Como
hizo por Siria, Líbano, Afganistán, Ucrania y Tierra Santa de 2013 a
2023, Francisco convoca una jornada de oración y ayuno de comidas para
pedir el don de la paz el próximo lunes, primer aniversario del brutal
ataque de Hamás a Israel. Y anuncia una visita el día anterior, 6 de
octubre, a Santa María la Mayor para rezar el Rosario y rezar a la
Virgen, pidiendo la participación de todos los miembros del Sínodo.
En medio de las crecientes tensiones en el polvorín de Oriente Medio,
en medio de las bombas y misiles que siguen cayendo sobre la "martirizada" Ucrania, en medio de los muchos pequeños y grandes
conflictos que laceran y matan de hambre a los pueblos africanos,
mientras, en definitiva, "los vientos de la guerra y los fuegos de la
violencia siguen asolando pueblos y naciones enteras", el Papa llama a
las "armas" -las de la Iglesia, del ayuno y la oración- a los millones
de creyentes del mundo para implorar a Dios el don de la paz en un mundo
hoy al borde del abismo. El Pontífice lo hizo al final de la misa
solemne en la plaza de San Pedro con motivo de la apertura de la segunda
sesión de la Asamblea General, anunciando una Jornada de oración y
ayuno por la paz en el mundo el 7 de octubre, primer aniversario de la
masacre perpetrada por Hamás en Israel, que hizo estallar la brutalidad
de la que se es testigo en Tierra Santa desde hace un año. "Pido a todos que vivan una jornada de oración y ayuno por la paz en el mundo".
Poco antes, el Papa, también al final de su homilía, anunció una
nueva visita a la Basílica de Santa Maria Maggiore para elevar una
súplica por la paz a la Virgen. Una cita espiritual en la que pidió la
participación de todos los miembros del Sínodo. "Para invocar de la intercesión de la Bienaventurada Virgen María
el don de la paz, el próximo domingo iré a la Basílica de Santa María la
Mayor donde rezaré el Santo Rosario y dirigiré una sentida súplica a la
Virgen María".
Las jornadas de ayuno y oración por las tierras desgarradas por la
violencia son una constante en el pontificado de Jorge Mario Bergoglio.
Ni siquiera seis meses después de su elección al trono de Pedro, el 7 de
septiembre de 2013, el Papa argentino había reunido a miles de
personas, católicos y no católicos, en la Plaza de San Pedro para rezar,
con antorchas, velas, banderas, para pedir por la paz "en la amada
nación de Siria, en Oriente Medio, ¡en el mundo entero!" Siria se
enfrentaba entonces a la posibilidad de una guerra feroz, ya
radicalizada desde hacía más de un año y exacerbada tras el ataque a
civiles con gas neurotóxico. El conflicto, afortunadamente, no llegó a
estallar. Desde la Plaza, el corazón de la cristiandad, se había elevado
el día anterior un grito silencioso.
Hemos perfeccionado nuestras armas, nuestra conciencia se ha
adormecido, hemos hecho más sutiles nuestras razones para justificarnos.
La violencia, la guerra sólo traen muerte, ¡hablan de muerte! La guerra
es siempre una derrota para la humanidad.
También en 2017, el Papa, con igual vigor y preocupación, había
pedido a los cristianos una acción inmediata, en forma de oración y
ayuno, por Sudán del Sur y la República Democrática del Congo. Las dos
naciones africanas, que el propio Pontífice visitó en enero y febrero de
2023, estaban y siguen estando azotadas por el hambre, la explotación,
la emigración y la violencia. En la basílica vaticana se celebró una
gran vigilia, acompañada de marchas y manifestaciones. Era el primer
viernes de Cuaresma y el Papa y la Curia habían terminado los Ejercicios
Espirituales. Ese día, Francisco había invitado también a los
cristianos de otras Iglesias y a los seguidores de otras religiones a
unirse al evento, "del modo que consideren más oportuno, pero todos
juntos".
La Iglesia se unió por el Líbano, un país con un «mensaje… atormentado».
La misma fórmula se utilizó para invitar a hermanos y hermanas de
otras confesiones a la gran jornada por el Líbano, convocada para el 4
de septiembre de 2020, cuando el mundo luchaba por recuperarse de la
devastadora primera oleada de la pandemia del Covid-19 y, exactamente un
mes antes, había asistido atónito a la explosión en el puerto de
Beirut. Unas consecuencias devastadoras que sigue soportando el país de
los cedros, ya lastrado por una crisis política, social y económica, y
ahora atacado por las incursiones israelíes, por lo que el Papa lo
calificó el domingo pasado de "mensaje … atormentado". Francisco había
anunciado la Jornada Universal por el Líbano dos días antes, en la
audiencia general del 2 de septiembre. Con un sacerdote con una bandera
libanesa a su lado, el Papa hizo un llamamiento a políticos y líderes
religiosos: "Comprometerse con sinceridad y transparencia en el trabajo de
reconstrucción, dejando de lado los intereses partidistas y mirando al
bien común y al futuro de la nación".
También en 2021, en aquel verano dramático para Afganistán, abrumado
por el violento regreso al poder de los talibanes, por los atentados y
la huida desesperada de cientos de personas, Francisco desde el Palacio
Apostólico para el Ángelus -pero también desde la más amplia ventana
virtual de su cuenta de Twitter @Pontifex- volvió a pedir a los fieles
del mundo que se reunieran en oración y se abstuvieran de comer.
Hago un llamamiento a todos para que intensifiquen la oración y
practiquen el ayuno. Oración y ayuno, oración y penitencia, ahora es el
momento de hacerlo. Lo digo en serio, intensifiquen la oración y
practiquen el ayuno, pidiendo al Señor misericordia y perdón.
Queda grabada en la memoria colectiva la jornada del 2 de marzo de
2022, Miércoles de Ceniza, cuando el Papa pidió a la Iglesia universal
que intensificara el ayuno y la oración dirigida sobre todo a la Virgen
María, Reina de la Paz, para que "preserve al mundo de la locura de la
guerra". Palabras dramáticamente realistas cuando aún no había
transcurrido ni una semana desde el primer ataque ruso contra Kyiv, que
inició el horror -que dura ya cerca de dos años- en Ucrania.
Ruego a todas las partes implicadas -dijo el Pontífice- que se
abstengan de cualquier acción que cause aún más sufrimiento a las
poblaciones, desestabilice la convivencia entre las naciones y
desacredite el derecho internacional.
Esa fue la primera de las miles de súplicas elevadas al cielo en
estos años de guerra en el país "mártir", encomendado junto con Rusia al
Inmaculado Corazón de María en una celebración en San Pedro el 25 de
marzo de ese mismo año, a la que asistieron miles de fieles presentes en
la Basílica o conectados virtualmente desde todo el mundo.
Por último, una jornada para "detenerse" e invocar el don de la paz a
través de la oración y la abstención de alimentos, convocó el Papa para
el 27 de octubre de 2023, veinte días después de que estallara el
horror en Tierra Santa y en los días de clausura de la primera sesión
del Sínodo. En aquella ocasión, el Papa quiso organizar una vigilia en
la Basílica, llamada "Pacem in Terris", a la que asistieron los miembros
de la asamblea sinodal, pero también exponentes de otras confesiones
cristianas y de otros credos. Esa noche, el Papa, en una ceremonia
íntima y participativa, se puso a los pies de la "Madre", en lo que
llamó "una hora oscura" para el mundo.
Ahora, Madre, toma una vez más la iniciativa, tómala en favor
nuestro, en estos tiempos azotados por los conflictos y devastados por
las armas. Vuelve tus ojos misericordiosos a la familia humana que ha
extraviado el camino de la paz, que ha preferido Caín a Abel y que,
perdiendo el sentido de la fraternidad, no recupera el calor del hogar.
Intercede por nuestro mundo en peligro y en confusión. Enséñanos a
acoger y a cuidar la vida —¡toda vida humana!— y a repudiar la locura de
la guerra, que siembra muerte y elimina el futuro.