miércoles, 23 de octubre de 2024

El Santo Rosario, el arma que la Virgen nos dio

Del sitio Relevant Radio:

"Amad a la Virgen y rezad el rosario, porque su rosario es el arma contra los males del mundo actual. Todas las gracias concedidas por Dios pasan por la Virgen". - San Padre Pío

El Papa San Juan Pablo II sin duda tuvo en cuenta las palabras de San Padre Pío, no sólo por lo que sabemos de su rosario diario, sino por la miríada de otras cosas que hizo para llevar la devoción a Nuestra Señora y "el arma" que nos dio.

El Papa se encuentra a menudo en una posición muy difícil, en la que se esfuerza por llevar a la gente a Cristo a través de los problemas sociales relevantes, evitando al mismo tiempo la tentación de atrincherarse en la cultura. El Papa Juan Pablo II consiguió un equilibrio muy fino al llegar a la gente allí donde se encontraba e invitarla a crecer en santidad personal a través del rosario.

Ya se tratara de la Guerra Fría, de los atentados terroristas del 11 de septiembre o de la guerra contra la familia, mantuvo una refrescante y firme fe en el Rosario y en su poderoso alcance. Nos animaba a rezar por la paz, por soluciones, por esperanza y por amor en todos los encuentros. Y cuando pedimos cosas nobles, Nuestra Señora siempre es capaz de acudir a Nuestro Señor en nuestro lugar y sabemos que Jesús ama demasiado a Su madre como para decir que no. Como decía San Maximiliano Kolbe: "Nunca tengas miedo de amar demasiado a la Santísima Virgen. Nunca podrás amarla más de lo que la amó Jesús".

¿Y qué mejor camino hacia la santidad que imitar a quienes nos precedieron? San Juan Pablo II tenía una devoción especial por el Padre Pío, Luis de Montfort y Jacinta y Francisco Marto -dos de los niños de Fátima que él mismo canonizó-, todos ellos devotos campeones del Santo Rosario. En Fátima, Nuestra Señora expresó su deseo de rosarios diarios y San Juan Pablo II no pensaba decepcionar a la Madre de Dios. Dijo que esta campaña debía ser asumida no sólo por nuestra generación, sino por todas las generaciones futuras, para la salvación de todos.

El 13 de mayo de 1981, fiesta de Nuestra Señora de Fátima, el Papa Juan Pablo II se abría paso entre la multitud en la Plaza de San Pedro cuando, de repente, se oyeron disparos. El asesino turco Ali Agca efectuó cuatro disparos en total, dos de los cuales alcanzaron a dos transeúntes femeninas y dos al Santo Padre. Uno de ellos le hirió en la mano izquierda. El otro le alcanzó en el centro de la masa. Mientras le llevaban al hospital, parecía una herida mortal.

Pero no era su hora. La bala no había alcanzado los órganos vitales ni las arterias por una fracción de centímetro. "Fue la mano de una madre la que guió la trayectoria de la bala". Un dedo apretó el gatillo y otro guió la bala. El Papa Juan Pablo II, atribuyendo a Nuestra Señora de Fátima su supervivencia, visitó finalmente a su presunto asesino en la cárcel y le perdonó cara a cara.

En 2002, en su carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, el Papa Juan Pablo II instituyó los cinco Misterios Luminosos del Santo Rosario para celebrar la luz de Dios manifestada a través de la vida de Jesús: el Bautismo de Jesús, las Bodas de Caná, el Anuncio del Reino, la Transfiguración y la Institución de la Eucaristía. Su devoción a la Virgen era interminable y decía que el rosario está "entre las tradiciones más bellas y loables de la contemplación cristiana".

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