lunes, 13 de octubre de 2025

El ABC de la fe: El Rosario

 

Traducido del sitio La Vie:

¿Y si este otoño nos tomáramos en serio el "Rezad sin cesar" de Pablo? A las almas ardientes pero indecisas, la Virgen María, cuyo santo nombre se celebra el 12 de septiembre, les ofrece su mano y un rosario. Muchos santos han hecho de esta oración su favorita, entre ellos Domingo de Guzmán en el siglo XII, de quien se dice que fue el primero en recibir de María esta forma de rezar. En aquella época, los cristianos adornaban las estatuas de la Virgen con coronas de rosas, rosarium en latín; de aquí procede la palabra "rosario", pequeña corona en francés antiguo. Los rosarios del Ave María -cuatro rosarios de cinco decenas cada uno- son rosas ofrecidas a María.

Bajo su falso aire de oración rudimentaria, accesible en todas partes y a todos, el rosario "concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico", escribió Juan Pablo II en su carta apostólica Rosarium Virginis Mariae (2002). Rezarlo significa recordar -es decir, hacer presentes y relevantes- los principales episodios de la vida de Cristo, a través del corazón, los ojos y los recuerdos de su Madre. Apoyados en las Avemarías, nos hacemos contemporáneos de los acontecimientos de salvación realizados por Jesús: su Encarnación y vida oculta (misterios gozosos), su vida pública (misterios luminosos, añadidos por Juan Pablo II en 2002), sus sufrimientos y Pasión (misterios dolorosos), el triunfo de su Resurrección (misterios gloriosos). Y así entramos en comunión viva con Él, a través de María.

Para que la repetición de las Avemarías no sea repetición o superstición, sino "un modo de asimilar el misterio", es necesario respetar su dimensión contemplativa y cristocéntrica. En su carta, Juan Pablo II ofrece algunos consejos en este sentido. En particular, nos invita a enunciar el episodio que meditamos fijando la mirada en una imagen que lo represente. A continuación, dejar que Dios "hable" proclamando el pasaje bíblico correspondiente. Luego, antes de comenzar la decena, permanecer un rato en silencio. Para resaltar el nombre de Jesús, que es el centro de gravedad del Ave María, puedes incluir palabras que evoquen el misterio (para la Transfiguración, por ejemplo: "Y Jesús, cuyo rostro resplandecía como el sol, fue bendecido"). Lo más difícil es empezar.

Alexia Vidot
13/09/2024


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