El 1 de enero es algo más que el comienzo de un nuevo año: es también la solemnidad de María, Madre de Dios, y la Jornada Mundial de la Paz.
Ambas celebraciones están relacionadas porque, como escribió San Pablo VI en 1974, María es la reina de la paz.
"En la ordenación revisada del período navideño nos parece que la atención de todos debe dirigirse hacia la solemnidad restaurada de María, la santa Madre de Dios", escribió en su encíclica Marialis Cultus. "Esta celebración, colocada el 1 de enero conforme a la antigua indicación de la liturgia de la ciudad de Roma, tiene por objeto conmemorar el papel desempeñado por María en este misterio de salvación".
Y añadió: "Es también una ocasión propicia para renovar la adoración al Príncipe de la Paz recién nacido, para escuchar una vez más la buena nueva de los ángeles (cf. Lc 2, 14), y para implorar de Dios, por medio de la Reina de la Paz, el don supremo de la paz".
"Por eso, en la feliz coincidencia de la Octava de Navidad y el primer día del año, hemos instituido la Jornada Mundial de la Paz".
La solemnidad de María como Madre de Dios concluye la octava de Navidad, o los ocho días que siguen al nacimiento de Cristo. Aunque su título de "Madre de Dios" se remonta al siglo III o IV, el término griego "Theotokos" ("La portadora de Dios") se convirtió en doctrina católica por primera vez en el Concilio de Éfeso en 431.
Este año, la solemnidad cae en lunes, (N:D Año 2024), y no es día de precepto en EE.UU. La solemnidad se deroga siempre que la fiesta cae en domingo o lunes.
Al mismo tiempo, la Iglesia católica también reconoce el 1 de enero como la Jornada Mundial de la Paz, una tradición celebrada por primera vez por San Pablo VI en 1968.
"Nos dirigimos a todos los hombres de buena voluntad para exhortarles a celebrar 'La Jornada de la Paz', en todo el mundo, el primer día del año, el 1 de enero de 1968", declaró entonces. "Es nuestro deseo que entonces, cada año, esta conmemoración se repita como una esperanza y como una promesa, al comienzo del calendario que mide y traza el camino de la vida humana en el tiempo, para que la paz, con su justo y benéfico equilibrio, domine el desarrollo de los acontecimientos venideros."
Este día, subrayó, no sólo pertenece a los católicos, sino también a todos los hombres de paz.
"Esperaría contar con la adhesión de todos los verdaderos amigos de la paz, como si se tratara de una iniciativa propia, que se expresara de manera libre, connatural al carácter particular de quienes son conscientes de cuán bella y cuán importante es la armonía de todas las voces del mundo para la exaltación de este bien primario, que es la paz, en el variado concierto de la humanidad moderna", dijo.
Esta celebración, añadió, no resta solemnidad a María.
"Tal observancia no debe alterar el calendario litúrgico, que reserva el día de Año Nuevo a la veneración de la divina maternidad de María y del santísimo nombre de Jesús", exhortó. "De hecho, esos santos y amorosos recuerdos religiosos deben derramar su luz de bondad, sabiduría y esperanza sobre la oración, la meditación y el fomento del gran y anhelado don de la paz, del que el mundo tiene tanta necesidad".
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