Me parece admirable el Rosario que deshojamos como una rosa, pétalo a pétalo. Está al alcance de los pobres y de los ricos, de los eruditos y de los ignorantes. Esta es la oración de Pascal y su niñera. Este balanceo entre avemarías, similar a las olas del mar, permite a todos acceder a momentos de contemplación.
También me gusta el Ángelus. En los países islámicos, cinco veces al día, el muecín invita a los creyentes a recordar al Altísimo. Así, en nuestra campiña francesa, desde los tiempos de san Luis, tres veces al día, la campana llama al campesino, al trabajador, al intelectual a elevarse durante unos segundos por encima de los asuntos del mundo, para recordar el gran acontecimiento de la historia: la Encarnación. Dios se hizo hombre. Y el origen es el “sí” de María.
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