En 1638, el ejército español sitió Hondarribia, entonces ocupada por los franceses, en la frontera entre ambos países (actual País Vasco español). Los ocupantes, en su ociosidad, se dedican al saqueo y malas acciones. Un día, el oficial español Juan Ciudad hace entrar en razón a su capitán mientras maltrata a una joven. Este acto de valentía le traerá muchos problemas más adelante.
El capitán, en venganza, le encarga las tareas más humillantes y peligrosas. Una mañana, Juan es enviado en una misión de reconocimiento sobre un caballo capturado, sin silla ni brida... Cabalga cerca de la frontera francesa cuando, de repente, a una señal de trompeta, el caballo emprende un furioso galope, se encabrita y lanza a su jinete contra una roca. Juan, lleno de golpes, no puede levantarse; un dolor indecible lo atormenta. Su suerte está echada. Caerá en manos de los franceses que no lo perdonarán...
En su angustia, reza a aquella a quien, desde su infancia, ha pedido siempre ayuda y consuelo: la Santa Virgen María: "Solo tú puedes salvarme, Reina del Cielo, no me dejes caer en manos del enemigo". Luego se desmaya. Cuando vuelve en sí, ve a una joven a su lado que le habla con compasión. Vestida de pastora, con un palo en la mano, se inclina sobre él y le entrega un cántaro. Juan bebe con avidez la bebida fresca.
La joven desconocida le da la mano, que él toma vacilante. Se levanta tambaleándose y consigue ponerse de pie. Apoyado en la joven, da unos pasos, como si estuviera borracho. Entonces siente una fuerza maravillosa que se impone sobre su debilidad. La pastora lo conduce un trecho y luego lo deja solo. Juan está convencido de que la desconocida solo podía ser la Virgen María o un ángel enviado por Ella.
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