El Rosario no es sólo una oración contemplativa que favorece la unión con Dios y nuestra identificación con Cristo a través de María. Es una oración de súplica de extraordinaria eficacia. Las gracias obtenidas a través del Rosario son innumerables, tanto para nuestra santificación personal como para la sociedad cristiana. La victoria de Lepanto es el testimonio más impresionante de ello: ¡Nuestra Señora del Rosario es Nuestra Señora de las Victorias!
Papas y santos dan fe de ello. "A través del Rosario, todo se puede obtener... Es una larga cadena que une el cielo y la tierra, un extremo del cual está en nuestras manos y el otro en las de la Santísima Virgen. Mientras se rece el Rosario, Dios no podrá abandonar el mundo, porque esta oración es todopoderosa en su corazón" (Santa Teresa del Niño Jesús).
¿Cuáles son las razones del poder del Rosario en el corazón de Dios y de la Virgen? La primera respuesta es que el Rosario posee las cualidades necesarias para una oración eficaz, porque nos hace pedir con perseverancia, confianza y humildad. Además, se presta a la recitación comunitaria, sobre todo en familia, y Jesús nos ha prometido que nos concederá lo que le pidamos. También recordamos a Jesús y a la Santísima Virgen lo que han hecho por nuestra salvación. Todos estos son medios por los que nuestra oración puede ser escuchada.
"La repetición del Ave María conmueve el Corazón de María, que es el corazón de nuestra Madre. Sobre todo, esta oración invoca la intercesión de María, que es todopoderosa sobre el Corazón de su Hijo. Ella es todopoderosa con el Todopoderoso. Se la ha llamado la suplicante todopoderosa. Almas predestinadas, esclavas de Jesús en María" -decía San Luis María de Montfort-, "aprended que el Ave María es la más bella de todas las oraciones después del Padrenuestro; es el cumplido más perfecto que podéis hacer a María, pues es el cumplido que el Altísimo le envió por medio de un arcángel para ganar su corazón; y fue tan poderoso sobre su corazón, por los secretos encantos de que está lleno, que María dio su consentimiento a la Encarnación del Verbo, a pesar de su profunda humildad. También con este piropo ganarás infaliblemente su corazón, si lo dices bien. El Ave María bien dicha, es decir, con atención, devoción y modestia, es, según los santos, el enemigo del demonio, que lo pone en fuga, y el martillo que lo aplasta, la santificación del alma, la alegría de los ángeles, la melodía de los predestinados, el cántico del Nuevo Testamento, el placer de María y la gloria de la Santísima Trinidad" (Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, n. 252-253).
Es entonces de la plenitud de la gracia de María que recibimos los beneficios. "Cuando en la oración nos refugiamos en María, es en la Madre de misericordia donde nos refugiamos; en una Madre que tiene tales sentimientos hacia nosotros que, cualesquiera que sean nuestras necesidades, sobre todo si se refieren a nuestra salvación, desde Ella misma e incluso antes de que la invoquemos, está siempre ahí para abrirnos el tesoro de esa gracia que, desde el principio, le fue dispensada por Dios en tal abundancia que la convirtió en una Madre digna de Él". ¡Con qué seguridad no deberíamos rezar nuestro Rosario! "Nuestra Señora del Rosario no ha terminado de conquistar victorias. Lo único que espera de nosotros es un fervor redoblado, una confianza más filial y un valor inquebrantable" (Padre Calmel).
San Pío X nos dejó este testamento: "Dadme un ejército que rece el Rosario y conquistaré el mundo. De todas las oraciones, el Rosario es la más bella y la más rica en gracias, la que más agrada a la Santísima Virgen María. Amad, pues, el Rosario y rezadlo devotamente todos los días... "
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